viernes, 21 de octubre de 2011

El estado del ebook —hacia los Gustavo Doré digitales

El primer  ferrocarril que hubo en España se inauguró  en la línea Barcelona – Mataró, en 1848. En este trayecto se construyo el primer camino de hierro y en este trabajo se dieron muchas confrontaciones entre lo viejo y lo nuevo. Fue entre los empresarios de diligencias y transporte a caballo y los industriales que estaban por lo nuevo, por el progreso. Muchas veces el progreso se manifiesta por la asunción, por parte de un nuevo sector industrial, de unas tareas o servicios que habían estado en manos de otro, muchas veces de carácter artesanal. Lo que está ocurriendo en el sector del libro es muy, muy parecido.

Empresas originadas en el mundo tecnológico —el de las maquinitas digitales— están arrumbando, dejando en la cuneta, a las empresas que provenían del papel. De vender papel se esta pasando a vender hierros (dispositivos) y dígitos. Y este cambio está generando un terremoto que afecta y afectara, como mínimo, a editores, libreros, distribuidores, autores y lectores.

El mundo digital vende dispositivos (hard) y dígitos. Y quien no pueda acceder y dominar estos elementos quedara al margen del futuro. Este es el reto del lector. Los aparadores digitales vendrán a sustituir el engorroso, o imposible por lejano, traslado al interior de una librería para ojear libros. En la propia web ya se puede consultar el índice de un libro técnico o leer unas páginas de la novela del momento. Las antiguas presentaciones de libros que exigían el trayecto a otro punto de la ciudad ahora se han convertido en webinars (videochats) y, con posterioridad, se pueden volver a visualizar, al gusto del consumidor.

Los dispositivos lectores —tablets o eReaders— son actualmente caros (200 € de media) y deberán ser substituidos, en menos de una década por otros, dada la fragilidad del material. A esta cifra el empedernido lector de ebooks deberá sumar el coste del libro convertido en dígitos. Y aun así, el lector del siglo XXI esta abandonando el mucho más barato libro de papel —cosas que tiene lo novedoso. Pero, en este ámbito, existe la tentación de rebajar costes accediendo a copias piratas. Así, sólo con tener un dispositivo lector se puede acceder a la lectura digital sin más contrapartidas económicas.

Todo lo visto hasta aquí produce un terrible vértigo a los editores clásicos que, casi desde Gutenberg, habían puesto su trabajo y su economía en el papel impreso. Su mundo se viene abajo y la tentación mas socorrida es por lo pronto cerrar los ojos y dejar pasar los días. 
En paralelo a esta nueva circunstancia, y dada la facilidad digital —su aparentemente nulo valor económico— esta llevando a algunos escritores, neófitos y consagrados, a la autoedición. Adiós a editores, distribuidores y libreros —se viene a decir.
 

¿Desaparecerán los editores? Lo mejor que puede ocurrir es que no. Su mano maestra en elegir buenos libros, en saber seleccionar autores, en orientar lecturas y, también, como reconocen muchos autores en los agradecimientos que incluyen en sus obras, en pulir detalles de las creaciones literarias, hace de estos artesanos, o artistas en la sombra, unos profesionales imprescindibles y que ningún creador de dispositivo o empresario digital puede atreverse a reemplazar. La probable proliferación de escritores, que la susodicha facilidad digital puede generar a medio plazo, exigirá la irrupción, con nombres propios, de editores consejeros que orientaran a los lectores perdidos en las inmensas librerías digitales con muchísima hojarasca en dígitos.
 

Un fenómeno que, debido a la ceguera voluntaria de los editores, no han calibrado aún con la debida atención es el de los libros multimedia (los en inglés llamados enhanced ebooks). Libros que con las nuevas disposiciones del formato ePUB 3 permiten que los textos vengan acompañados de dibujos, croquis, mapas, animaciones, videos, etc.
 



Si hay temor a la piratería digital una solución factible está en crear dos versiones de libros. Una versión simple que será tan barata que hará inútil la piratería (por los inconvenientes que comporta: la búsqueda no siempre fácil, la conversión del formato del ebook, el aderezo de párrafos o el cambio de formato de los tipos de letras, etc.).
 

Junto a esa edición, aparecerá una segunda versión que contendrá los elementos enhanced que harán del libro una auténtica maravilla. Hay que poner en los libros de esta versión enhanced lo que puso el editor del siglo XIX en sus libros cuando introdujo las placas de Gustavo Doré y otros ilustradores. Una novela donde la trama ocurre en Viena, Paris, Roma, Barcelona o Londres, exige que el lector vea —¡vea!— las calles,  los edificios, los paseos donde se desarrolla la acción. Mapas, pequeños videos, animaciones, realidad aumentada y cincuenta mil otros elementos que ayuden al lector a sumergirse en el mundo narrado y que le hará vivir una experiencia inolvidable. ¡Abramos las puertas a los creadores digitales de nuestro siglo!

Este tipo de libros digitales —parte de los cuales estará en su dispositivo manual y parte en una nube (cloud) con acceso identificado digitalmente— difícilmente podrán ser pirateados. Ahora es cuando oigo clamar al editor sobre los costes añadidos a este producto. Sus gritos casi llegan al cielo y su exaltación es indescriptible. Aún no se ha dado cuenta de que con el mundo digital se le han multiplicado por cientos los posibles compradores de las dos versiones de ebooks. Tan pronto tome el nuevo tren y marche hacia el siglo XXI los aparentes nubarrones que ve en lontananza se habrán convertido en una simple tormenta de verano y, si está al caso, el sol volverá a surgir de nuevo.

¿Que nuestro querido editor se muestra reacio a la nueva labor? No se dude que, si no se pone delante de este gran cambio, desde lejanas tierras se editará en nuestros idiomas y se encabezará el cambio que anunciamos inexorablemente. Recordémoslo una vez más, The World is Flat como Friedman nos advirtió hace años y si nuestro querido editor no quiere entrar en este baile, otros lo harán por él.

sábado, 24 de septiembre de 2011

El mundo digital percibido - Dime por qué calle andas y te diré quién eres

Trillada es la frase del poeta Paul Éluard, "Hay otros mundos pero están en este", pero no ha perdido ni un ápice de verdad. Hay gente que transita por calles y plazas, del centro y barrios de la ciudad. Hay, por otro lado, gente que sólo transita por las páginas de los periódicos y de las noticias televisivas, y su mundo está filtrado por la pátina que desde estos media, y el poder que los sostiene, se le da. Por último, en aras de ser breve, hay los que están transitando a través de esta ventana universal -¿el aleph de Borges quizás?- que es Internet. Desde esta ventana se puede llegar a observar cómo respira el mundo. Ahora bien, hay que recalcar que según la calle que se transite, se será ciudadano de una u otra época, aunque todos estén mirando la misma fecha en el mismo calendario prendido en la pared.
Así se puede entender que no todo el mundo vive en la segunda década del siglo XXI. Hay gente, en plena Europa, por hablar de gente cercana, que vive anclada en la década de 1990, continuando con el ritmo, vida personal y profesional, propio de esa época —época, recordémoslo anterior a Internet. Alguna de esta gente son empresarios. Les puede ir bien, por ahora. ¿Les irá bien también dentro de una década? ¿Y dentro de cinco años? Difícil es predecir. Pero el riesgo de no estar en tu época real es parecido al riesgo de no saber que vas en avión y abrir una puerta hacia el exterior. Rizando el rizo... Conocemos a gente que ha cogido su familia y se ha marchado al campo, a una casa de payés lejos del mundanal ruido, a lo fray Luis de León. ¿Qué ocurrirá con sus hijos dentro de unos años, acostumbrados solo al consenso de las gallinas que les rodean?

Conocemos a gente, mucha, ay!, que están, por otro lado, por el regreso. Son los regresistas. Querrían regresar, y hacer regresar a muchos con ellos, a siglos pasados. Son románticos orientados a un viaje a ninguna parte, fruto de una imaginación edulcorada por el deseo huidizo del presente. Añorar el pasado, implorar por él, es alejarte del presente y del esfuerzo que corresponde encararte a un futuro difícil y duro que se presenta en este mercado global que es la danza actual, en esta primera mitad de la segunda década del XXI. ¡Qué lejos queda ya el año 2000! Do you remember?

Recapitulemos. Hemos hablado del empresario que aún no se ha dado cuenta de la existencia del comercio online: del e-Commerce ni mucho menos del Smart Commerce. Es verdad; aún existen estos especímenes. Aún no se han dado cuenta que el mercado es mundial y que la plaza que es Internet tiene un mercado en lengua española de más de un centenar de millones de potenciales compradores, si nos circunscribimos a esta lengua de acceso inmediato. Hemos hablado de la familia que huye de la civilización y marcha hacia a una vida campestre, saludable, tranquila, paradisíaca acaso. Y hemos hablado de los regresistas, de los ciegos al presente y al inmediato futuro que viven mirando un espejismo del pasado. Y ahí, distintamente a los anteriores, hablamos de multitudes. De ofuscados por telarañas que les impiden ver la realidad y solo viven bañados por las tararas de los medios de comunicación afines que viven a sus expensas.
A los regresistas no se les puede hablar de la Internet de las cosas (Internet of Things), no se les puede preguntar por los dispositivos smart (smart devices), no se les puede interrogar sobre el 3D printing ni por las smart cities porque no saben nada o, si lo saben, saben que todas esas maravillas tech que están en el candelero de lo que será la inmediata Internet 3.0, no tendrá ninguna pata en su territorio, no tendrá ningún gancho en su geografía, no tendrá ningún sostén en su gente escasamente esforzada y tecnificada, porque, como han vivido durante décadas soñando pasados imposibles, no han tenido tiempo, ni ganas, ni inteligencia para situarse en la línea de salida hacia un destino tech que será duro, pero a la vez creativo y estimulante. Ahí, lamentablemente no se espera a los regresistas. Estos están por el regreso hacia un pasado que sólo existió en sus mentes. Esperemos que Barcelona, en Cataluña, en plena península ibérica, deje de ser la capital de esta epidemia. Como curación tal vez se podría gestionar una especie de regresismo virtual, cual Second Life, para contentar a nostálgicos incurables, y que los más se pusieran las pilas para situarse en la inmediata línea de salida de una carrera que imperativamente los que no la hagan no sólo harán un regreso a siglos anteriores, sino que desaparecerán como lo hicieron los olmecas, los nabateos, el imperio Aksum o los tan añorados minoicos.
En cambio, si uno se asoma a la ventana que es Internet, la Internet de la innovation, de la inteligencia, de la investigación, de los avances tecnológicos, se da cuenta que, lejos de aquí en donde la gente sólo se ha atrevido a subir a un primer piso para mirar en la lontananza del futuro (y su mirada no va más allá de la cercana comarca de arcaicos viñedos), en otros lugares del globo, mucha gente está subiendo a las azoteas para poder ver más y más lejos y así otear el futuro que inexorablemente llamará a la puerta...

viernes, 12 de agosto de 2011

Internet of things y el terror en casa

Seamos imaginativos. Ya tenemos diez años más. La tecnología ha hecho el salto previsto. Tenemos nuestros hogares salpicados de tech que nos detectan y abren luces, ventanas, persianas o cortinas, según temperatura y hora. Dispositivos receptivos que están a un toque de carraspeo, voz, tos con carácter inglés o simple voz templada hablando al vacío y dando la orden pertinente. Las máquinas conectadas online y siempre atentas a nuestra consideraciones, verbalizaciones y casi pensamientos, dispuestas como esclavos tecnológicos. Esto es así porque esto será así. Se puede llegar a ello, desde el punto de que lo racional, lo razonablemente y económicamente posible, será hegelianamente real.

Pero el divertimento —hacia la que es conducida la sociedad actual— impregnará muchos de estos elementos. Es a través del divertimento, no nos engañemos, cómo ha ido entrando en viviendas de siglo XX los dispositivos del siglo tech, de siglo XXI. Y no hay que ser un doctor para conjeturar que esta vía, la del juego, será recorrida reiteradamente. Internet of things, los dispositivos que nos rodearán para darnos una mejor atención, estará omnipresente. Y una de sus posibilidades será vivir aventuras tech. Adiós a los juegos encapsulados en pantallas planas. Adiós a los juegos en 3D con gafas adaptadas. Tendremos juegos virtuales, con impresión casi real, ya sea mediante nuestros muros digitales, ya sea con nuestros proyectores y webcams que nos irradiarán, según el gusto, la aventura real en medio de la cual nos sentiremos copartícipes con los protagonistas —si no pasamos a ser protagonistas principales, como muy puede ser con las aventuras de terror. Y ello gracias a múltiples dispositivos distribuidos por toda la mansión. Aquellos que en un primer tiempo eran monofuncionales y estaban sólo para regular la calefacción, abrir ventanas o apagar la TV, ahora estarán a pleno empleo con posibilidad de recibir y entender sonidos, además de emitirlos (eso será lo nuevo) dando ambiente sonoro —de terror, para seguir con nuestro game— que acompañará al juego de luces que las cámaras/proyectores (no sólo de absorber imágenes han de vivir un dispositivo, ¿por qué no proyectarlos según demanda?) difundirán por las estancias provocando un ambiente de distinta graduación. Habremos suscrito un terror nivel 4, para nuestra aventurilla de sábado noche con los amigos. Qué es eso de salir de casa para ir a vivir aventuras cuando las aventuras las tendremos a la vuelta de un clic (o de cuatro, para poder confirmar el pago con la tarjeta del nuevo HouseGame).

Lo que está por aparecer sólo está impedido por la falta de imaginación. Las posibilidades son múltiples. La tecnología casi preparada. La recepción en potencia. ¿El empujón? Entrar más en el siglo.

lunes, 1 de agosto de 2011

Contadores digitales

Lo que viene a continuación es una anécdota pero que puede convertirse en categoría. Y se trata de la fiabilidad de los contadores presentes en las redes sociales. En el caso que viene a continuación nos referiremos a Twitter y a su viejo y nuevo sistema de contar.
Un día cualquiera, uno de los tweets programados recibió un infrecuente número de retweets. Al parecer una afluencia ingente de público encontraba muy interesante dar a conocer la dirección del web donde se hablaba de tres direcciones web donde desde la nube (in the cloud) te revisaban el ordenador para limpiarlo de virus.
El caso es que con el paso de las horas el número de retweets (repeticiones del tweet, para entendernos) fue creciendo de forma desmesurada, llegando a una cifra respetable...
Como se puede ver, digna de provocar envidia en múltiples foros. En esos momentos, mi propensión a agradecer estos retweets fue mayúsculo, especialmente por la dificultad de llegar a todo el mundo (cegado por tan  brillante tweet). Al ver que los señores de Twitter sólo me mostraban los 15 últimos atentos usuarios, me forcé a saltar a la interficie más moderna, temporalmente hablando, para ver si podía localizar las 598 personas para empezar a dar muestras de gratitud (por tan inmerecido premio). Dicho y hecho. Y he ahí lo que el nuevo Twitter me indicaba.
No sólo no me permitía acceder a los tropecientos twitteros cegados por el brillante tweet, sino que me reducía las cifras con un espléndido 100+ others (cien y pico, en román paladino). Y sin acceso a más de una docena de personas a las que agradecer el detalle del día. (Una docena entre cientas!)
De regreso al viejo Twitter, sin embargo, el ángulo de visión varió sustancialmente.
De unas cifras interesantes, se pasó a otras aún más.
Y en cuestión de minutos, los datos entraron en barrena.
La situación era para desesperar a uno (imposible agradecer a estos twitteros). Vete a saber si la envidia crecía entre los seguidores —siendo uno mas sujeto paciente que nunca. Y para mayor detalle, durante la jornada el número de nuevos seguidores o followers había sido más raquítico que el día de año nuevo. 
La escalada sigue su curso y verdaderamente cada vez más dudamos de  la bondad suprema de nuestro tweet (sin querer, ni mucho menos, desmerecer el post de su autor). 
Así que nuestra duda deberá de trasladarse a la fiabilidad de los contadores, ya que si un nuevo contador —el del bit.ly, en este caso no nos engaña, la web del tweet que prometía tales ventajas y que motivó fantásticas difusiones vía retweet, no fue visitada por casi nadie.
No dejemos, pues, que los números se nos suban a la cabeza, y en muchos casos, como el nuestro, una cura de humildad nunca viene mal a nadie.Actualizando cifras
Ya hace muchas horas que los contadores finalizaron la cuenta. Ahí los resultados para la reflexión.

Siempre queda la amargura de no poder agradecer tanta inesperada atención. Y más cuando...
...quien debería haber sido foco de curiosidad, por nuestra vía, recibió poca.

miércoles, 27 de julio de 2011

Primeros temblores de la Atlántida digital (Cuento preventivo)

Hubo un tiempo en que el orgullo humano se desbordo y expulso de su territorio a los bibliotecarios. Las polillas se cernieron sobre los libros y los ratones se hicieron cargo de sus páginas. Las bibliotecas fueron transformadas en salones de maquinas, todas conectadas a grandes velocidades a la red. Los bibliotecarios fueron expulsados de este territorio pero para suavizar el golpe, se ordeno que fuesen acompañados por los impresores y los libreros, que llegados a las zonas desérticas fueron extinguiéndose sin dejar rastro.
Fue una época feliz. De cuento maravilloso. Pero todo tiene su fin porque los dioses siempre castigan el orgullo. Las máquinas empezaron a estropearse, los discos duros, donde habían quedado recluidos los libros dejaron de responder adecuadamente. Muchos clústers, cuando aun rodaban los discos, estaban vacíos habiéndose escurrido por estos agujeros digitales páginas y paginas del Quijote, de Hamlet, de Raskolnikov y de Gregorio Samsa, entre otros muchos.
También habían desaparecido textos y textos de Heisenberg, de Newton, de Pitágoras, de Kant y de Francis Bacon. Ya no se hallaban documentos sobre técnicas arquitectónicas, ni sobre tensiones de cables para puentes levadizos. Se habían transparentado los ficheros correspondientes a los motores, tampoco se encontraban ebooks de álgebra y los documentos sobre las reacciones químicas también habían sido atacados por la invisibilidad.
Los males nunca vienen solos. Los hackers habían desarrollado técnicas para agotar baterías, las cuales tenían una vida media que no superaba los sesenta minutos. Las conexiones a la red eran casi imposibles por los filtros y corazas protectoras que impedían las más de las veces llegar al destino deseado. También podía ocurrir que el malvado digital de turno te tomase como chivo expiatorio y te torpedease con distintos tipos de descargas tensionales provocando la muerte súbita del procesador.
Todo ello a menudo venía acompañado por la desaparición de carpetas, como aquella donde reposaban las trescientas fotografías digitales de aquel feliz verano por Venecia y Praga. Sí que habías pasado algunas de las imágenes a un documento PDF y te habías concedido el lujo de imprimir las quince páginas con aquella impresora de color. Pero de eso ya hacía más de veinte años y las hojas de papel, amarillentas ahora, habían perdido la tonalidad, y las imágenes de las mismas se habían convertido en sombras de lo que debían de reflejar.
Era el principio del fin, pocos se daban cuenta de lo alto a lo que se había llegado y de lo fuerte que podía resultar la caída. La fragilidad digital no había sido nunca tema de estudio y ahora los temblores, cual Creta digital con soberbios palacios digitales de los nuevos Minos, empezaban a dejar de ser excepcionales. El regreso -perfecto antónimo para progreso- podía  ser muy duro.

martes, 12 de julio de 2011

Comprar paseando en el siglo digital

La principal riquesa de cualquier persona es el tiempo. El tiempo propio. Tiempo para mí. Tener tiempo para administrarlo. He ahí un tesoro que a veces no valoramos bien. La tecnología nos ayuda en eso, aunque tal vez ocupa nuestro tiempo libre en demasía y, cosa peor, con futilidades. Sin embargo, la tech también nos ayuda, y puede ayudar mucho si le damos un empujón, a ahorrar tiempo. Sobre todo puede ayudar a aprovechar tiempos muertos como ocurre en las grandes ciudades con la espera del metro, tren o autobús. 
Un país: Corea del Sur. Una tecnología: la tecnología asociada a los códigos QR. De hecho nada nuevo. Lo que es nuevo es la inteligencia de coger cuatro bagatelas tecnológicas de las que se viene hablando hace más de un año y colocarlas en manos de los usuarios que, sin dudarlo ni un segundo, se han puesto al día para aprovechar las buenas ideas. En suma, reflexionemos: tecnología e inteligencia para implementarla en aquello que puede interesar al usuario de la segunda década del siglo XXI dotado de un smartphone -es decir, millones! Eso es lo que se ha hecho. Pero, reflexionemos más. Lo que es realmente nuevo es lo siguiente: Si el usuario no va a la web, ¡acerquemos la web al usuario!
Una empresa, Tesco, al objeto de impulsar las ventas online, ha cubierto los muros de estaciones del metro de Corea del Sur con fotos de las estanterías de sus tiendas. Cada elemento que aparece en la estantería lleva el correspondiente código QR que es leído y reconocido por los teléfonos móviles y los viajeros, mientras esperan la llegada del servicio público, aprovechan la ocasión para informarse de los productos y hacer alguna que otra compra online. Como es habitual en este tipo de comercio -eCommerce-, dentro de pocos días llegarán a casa los productos comprados mientras se estaba aguardando que transcurrieran las cinco minutos con que siempre nos premia el transporte público. 
Según informa la propia compañía, las ventas en línea crecieron en esta campaña un 130% y los clientes nuevos registrados aumentaron un 76%. No tenemos confirmación de estas cifras, pero el sentido común nos hace suponer que los ciudadanos coreanos supieron aprovechar el regalo de tiempo que les ofrecía el sistema.
¿Que por ahora sólo se ha colocado en las amplias paredes de los andenes de los metropolitanos? Por algún sitio se ha de empezar. Aunque, ¿cuánto tiempo habrá que esperar para poder comprar paseando por las principales avenidas, sin tener que entrar necesariamente en las tiendas, sufrir larga cola y sin obligarnos a acarrear paquetes cuando estamos con nuestros amigos o en pareja, en tanto que deambulamos como simples flâneurs
No dudamos de los tecnólogos, que hay muchos y con excelentes ideas; tal vez tendamos a dudar de los emprendedores a los que les cuesta situarse en la dinámica de su propio siglo.

sábado, 2 de julio de 2011

24symbols o cómo leer en las nubes

Una de las virtudes mejores del individuo humano es la de poder leer. Muy recientemente ha aparecido, ya en abierto, un sistema para leer en las nubes (in the cloud). Se trata de 24symbols. Para exponer con mayor claridad de lo que se trata, nos ahorraremos palabras si mostramos  imágenes. Adelante, pues, con las primeras...
Los primeros pasos consisten en la inscripción. Y acto seguido aparece la ventana de las novedades.
Con un simple clic sobre la portada de un libro, tendremos acceso a una síntesis del mismo.
No hay pérdida para encontrar el botón que nos permitirá leerlo en la pantalla del navegador. (También hay la opción de comprar el texto en formato ebook). ¡Accedamos al libro!
A partir de la portada, tenemos acceso a todas las páginas del libro. Podemos, también, cambiar la medida de la letra, así como acceder a los marcadores y notas que posteriormente creemos. Pasemos página y accedamos al texto!
Fijémonos dónde habrá que poner el ratón para pasar página; aunque también podemos usar las teclas del cursor. Si queremos crear una anotación, seleccionaremos el texto con ayuda del ratón y aparecerán las opciones...
Si el proceso se ha hecho correctamente, el texto quedará así...
A esta anotación siempre podemos acceder de manera directa...
¿Que algunos de los libros son nuestros favoritos? ¿Por qué no marcarlos? 
¿Por qué no guardar algunos de los libros en 'nuestras' carpetas? Creémoslas y ordenemos nuestras preferencias...
Ahí es donde se necesita más pericia, no siempre es fácil 'introducir' el libro en la carpeta. Si el proceso resulta correcto, recibiremos un aviso.
Recordemos que siempre se puede comprar una edición en ebook de los libros. Y qué mejor que regalar a un amigo un libro que nos ha gustado. Con ello obtenemos dos triunfos, agradecer a un autor su esfuerzo y obsequiar a un amigo con algo que nos ha gustado mucho. 
Por último, no nos olvidemos de salir de nuestro espacio de lectura en las nubes de la manera adecuada... 
PS. La novela que ilustra este minitutorial se ha elegido a modo de ejemplo sin tener en cuenta su valor literario ni los gustos del autor de este blog.

lunes, 13 de junio de 2011

El Oeste digital : ¿En manos de bandoleros digitales?

Que el mundo está cambiando no es una perogrullada. No sólo están cambiando las técnicas, con las tecnologías de la información, sino que también están sufriendo cambios los usuarios que han entrado, más bien ingenuamente y alentados, al mismo. El mundo digital se está convirtiendo en un Oeste más rápidamente de lo que se creía. Y al igual que siglos atrás existían los bandoleros —en Catalunya, por ejemplo, Joan de Serrallonga y Perot Rocaguinarda  (el Roque Guinart del Quijote!)— que asaltaban con la cara tapada a los que se atrevían a cursar viaje —navegar con la diligencia de la época—, hoy de nuevo existen los que aparecen con la cara tapada, anónimamente, asaltando a quien se ponga delante en sus travesías digitales. Y también como entonces, revistiendo su quehacer maleante con la capa de ayudar al desvalido y al grito de impartir (su) justícia.
Nunca como en el presente se había visto la fragilidad con que el mundo digital se está construyendo. Toda, y cuando decimos toda nos referimos también al supuestamente intocable MacIntosh o a la tecnología Linux, toda la tecnología digital está extremadamente expuesta a los pinitos hackeristas de cualquier informático que se otorgue la corona de 'servir al pueblo', y hacer lo que se le antoje, padezca el pueblo o no.
Se nos dice que los objetivos de estos ataques son los gigantes digitales, de quienes hemos hablado muchas veces, manteniendo nuestras reservas al respecto. Pero cuando el grupo bandolero Lulzsec ataca, por ejemplo, a Sony y publica datos de un millón de internautas, lo que está haciendo anula las supuestas virtudes benéficas de su acción. O cuando se ataca la compañía de seguridad RSA y quedan comprometidos datos de 280.000 clientes, de nuevo la obra de misericordia del bandolerismo digital queda completamente empañada. O cuando Inteco denuncia el robo de datos de 20.000 clientes que son desparramados por la Red, algo grave o muy grave está sucediendo.
Esto es el Oeste digital. No hay leyes (o no se cumplen), no hay jueces (o no ejercen) y no hay respuestas serias y rápidas por parte de quienes, en tanto que realmente representantes de la población, deberían de asumir responsabilidades. Hechos como el cierre de la plataforma PlayStation Network por un asalto que afectó a los datos de cien millones de clientes y la de Sony Online Entertainment, que afectó a otros treinta millones de internautas no pueden quedar —como está quedando— como simple tema noticiable y, además, con mirada si no benevolente cuando menos neutral. Es de hecho un problema grave de inseguridad digital.

Hay que darse cuenta que lo que está sucediendo es un aviso de lo que, a gran escala, puede proliferar dando fin al aún no nacido mundo digital que se está construyendo. Nos referimos al cloud computing. Al mundo en la nube donde las empresas con sus informaciones estarán en la red, abandonando residencias físicas; donde las aplicaciones de nuestros desktops también ahí estarán ubicadas —del mismo modo como ya ocurre con los correos electrónicos que tenemos en Gmail, Hotmail o Yahoo.
El cloud computing —el nuevo paso digital previsto— está más comprometido que nunca por estos ataques por parte de asaltantes transvestidos de bandoleros benéficos que hipotecan su desarrollo, que en último término es el de cada uno de nosotros. Si se preguntaba el poeta John Donne 'por quién doblan las campanas', ya es hora de darse cuenta de que cuando ocurre un ataque hacker, 'a quién atacan también es a ti'.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Más allá de la edad de piedra digital; hacia los muros digitales

A partir de una aparente inocentada… (April Fool's joke) de Google (Gmail motion), y de otros detalles digitales, nos atrevemos a vaticinar los nuevos pasos de la tecnología en esta segunda década del siglo. Nos encaminamos hacia los muros digitales.

Hay un principio de economía así como un principio de creación que mueven el mundo (y lo han movido en otras épocas). Qué fueron sino las grandes obras arquitectónicas de Grecia y Roma, por no hablar de las respectivas de los egipcios o de los conductos acuíferos de la Creta minoica. Economía y creación, espíritu emprendedor, en suma, están hirviendo en algunas calderas de la sociedad mas avanzada, como es la digital. 
La dialéctica de la industria digital (con sus gigantes como Google, Apple, Microsoft y otros que quieren emularlos) genera un inagotable surtidor de nuevas iniciativas (ahora los tablets en pleno fulgor, los dispositivos con capacidad 3D, el 3D printing del que se hablara mucho más en un futuro cercano, etc.), que actúan como espoletas de negocio. Pero a la vez, y eso lo queremos subrayar, son creaciones de los Leonardos de nuestra época. Sin los creadores —sin las personas que se rigen o son regidos por el espíritu de creación—, nada habría  cambiado ni nada cambiaría en nuestro inmediato futuro. Y ese espíritu de creación también es imparable.
Y unos sorprendentes cambios se intuyen y nos van a dejar tan pasmados como ocurrió hace más de una década cuando mediante chat, hablábamos con personas situadas en las antípodas y les mandábamos mensajes que podían leer de inmediato. Este hecho, que hoy nos resulta tan común, en su momento fue revolucionario.

¿Pero de qué cambios hablamos? ¿Acaso con la Internet móvil no concluye la revolución digital? Ahí está el error; en la baja perspectiva de los que no estamos insuflados por el principio de creación. Los artilugios que tenemos entre manos (PC, tablets, smartphones, etc.,) no son más que componentes de la edad de piedra digital. La siguiente etapa, la de los muros digitales esta llamando a nuestra puerta. Aunque, confesémoslo, es verdad que de ello solo hay indicios, algunos de los cuales han aparecido estos días. Veamos algunos ejemplos más.

¿Qué solidez hay en las anteriores palabras, sobre si todo eso se llevará a cabo? Resumámoslo: La industria ha de seguir su dinámica comercial; los PC son maquinas casi obsoletas, además de paralizantes —estar quieto; es decir, sentado horas y horas ante una de estas maquinas inventada hace ya 30 años es en cierta medida esclavizante. Por otro lado, las diversas ventanas informativas a las que debemos de atender quedan muy maltrechas por causa de las ridículas pulgadas de las pantallas de nuestros monitores (por no mencionar las de los tablets o smartphones). En definitiva, los muros digitales (sin duda con dotes inteligentes para reconocernos y entender nuestras palabras) estarán a nuestro alcance en la próxima década, aunque no nos extrañará si llegan mucho antes.

domingo, 1 de mayo de 2011

Los dioses digitales lo ven todo

Dios lo ve todo fue una de las frases más repetidas en muchas infancias. Ahora, sin embargo, de mayores, creíamos que esta habilidad del Sumo Poder había desaparecido, incluso en sus manifestaciones bajo el prisma de las dictaduras políticas. En ellas, aunque no era fácil, uno podía escurrirse de ser observado. Pero ahora con las tecnologías digitales y algunos proyectos megalómanos, está reapareciendo no siempre con la bondad paterna celestial que se atribuía a la divinidad clásica. Apple y Google, dos de los más importantes gigantes digitales, están entronizándose en este empeño observador y con su pugna implacable están dándose palos en nuestras cabezas, esto es, mediante nuestros móviles y, casi lo último, a través de nuestras propias ventanas.
Ser detectado en la red, sin embargo, no es una cosa nueva. Hace unos pocos años, asistí a una charla de los Mossos d'Esquadra, la policía de Catalunya, donde se informaba de las técnicas digitales que tenían para detectar conductas paidófilas a través de la red. Todo lo que se baja, desde un simple MP3 a una simple imagen PNG, se sabe de donde sale y adónde llega. En qué servidor está y a qué IP llegará en unos instantes. En la mencionada charla, se indicaba que su centro de atención estaba en lo paidófilo, dejando lo demás de lado (quizás por la inmensidad del océano intercambiable). En todo caso, nuestro PC, a través de la IP (equivalente al número de teléfono) o de la dirección MAC (el número identificable correspondiente a la tarjeta de red, mediante la cual accedemos a Internet), está constantemente situado y en la expectativa de ser visto (sólo hace falta que alguien lo mire). Pero, cuando el PC está cerrado, nuestra privacidad regresa al nivel de mediados del siglo XX, cuando sólo el vecino, el panadero o los transeúntes habituales tenían una lejana información de por donde íbamos y con quién.
Ahora, con el móvil en el bolsillo, ha regresado la divinidad observadora. Ahora se puede saber donde estamos en cualquier momento. Tanto Apple, con sus dispositivos, como Google con su Android, estan al tanto de nuestra localización. De dónde estamos. (Dejemos a un lado especular sobre lo que podrán llegar a saber de nosotros, más adelante, sólo por el simple hecho de llevar el móvil en el zurrón). Sin embargo, la localización geográfica ya hace un tiempo que ha empezado a introducirse en nuestro PC, sin nuestro permiso, ampliando lo que las famosas cookies van anotando de uestros paseos por el ciberespacio.
El proceso que siguen estos dispositivos móviles es el siguiente: iPhones e iPads (y Android, en casa Google) hacen un seguimiento secreto de sus dueños determinando su ubicación mediante la triangulación respecto a la más cercana torre de telefonía celular. Estos datos resultantes son guardados en un archivo que es transferido al ordenador cada vez que los dispositivos se sincronizan con él. Por ahora parece que los datos no son enviados a la sede de las divinidades digitales, pero sí que es una información que, vista la brillantez de los hackers con los botnets, generará un nuevo negocio con el acceso y posterior venta de este tipo de informes. (Una fase más creativa que el simple recolectar y vender direciones de e-mail). 
Cuando en el primer párrafo hemos hablado de 'a través de nuestras propias ventanas' no lo hacíamos en plan metáfora, sino stricto sensu. Véase para confirmarlo estas imágenes de Shanghai tomadas en un día cálido sin que sus habitantes fuesen conscientes de que Dios (casi) lo ve todo.  
No nos ha de estrañar eso que acabamos de pincelar, estamos en la sociedad de la información. Más pronto o más tarde, los dioses digitales lo verán todo y lo sabrán todo de nosotros.
¡Que el dios clásico nos acoja! Pero mientras tanto, puede ser aleccionador dar un vistazo a lo que en el presente, y por la ventana, los dioses digitales ya pueden ver.

martes, 8 de marzo de 2011

4G, otro paso hacia la varita mágica

Si no existe ya, un día se deberá de hacer una tesis doctoral sobre las coincidencias entre los avances tecnológicos y las fantasías de los cuentos populares de todos los tiempos. Desde el espejo mágico de Blancanieves (un tablet con transmisión de audio en tiempo real) a las estatuas andantes de la cueva del Hefesto homérico (unos perfectos y serviciales robots). Y entre estas fantasías está la de la varita mágica que es en lo que tenderá a convertirse nuestro teléfono móvil (o el tablet de bolsillo). Y ello gracias a la nueva tecnología de comunicación denominada 4G que se verá acompañada por la Internet de las cosas que está irrumpiendo también con empuje.

4G es el nombre que recibe la tecnología de 4ª generación de telefonía móvil. Se dice que realmente con la tecnología 4G, que funcionará sobre el protocolo IP (el que usamos para acceder a Internet desde casa o la oficina), se tendrá un acceso real y pleno a la Gran Red. Y desde cualquier punto de nuestra geografía ciudadana tendremos acceso a información de todo tipo, ya sea estando parados o en movimiento (léase automóvil), pues el ancho de banda será de unos 100 megabits por segundo en bajada y 50 megabits por segundo de subida. Una proeza en cañería de datos que nos permitirá estar inundados (sigamos con el símil) por todo tipo de información privada o pública y eso casi al instante de su envío o transmisión.

Si proyectamos un futuro a tres/cinco años vista, nos podemos ver conduciendo por una carretera o autopista recibiendo datos sobre los restaurantes que están a pocos kilómetros de donde nos movemos, o datos de los followers que están por los alrededores de la zona visitada o, también, ofertas sobre aquellos materiales que tenemos marcados como “próximas compras”. Todo ello estará en la red y recibiremos puntual información con sólo moverse por alguna geografía física. La 4G facilitará toda esta información como si fuese un mayordomo que se preocupa para que su señor esté bien atendido.

Junto a la 4G también se conjugará la Internet de las cosas, de la que ya hemos hablado con anterioridad. Un vídeo al respecto puede ayudarnos a 'rememorar' el futuro que nos espera.







Otra cosa es, ay!, quien lo desarrollará y qué tecnólogos estarán en la punta de lanza de estos avances. Es decir, cuánto deberemos de pagar en royalties. Ahí la vista de lince de los políticos tiene su qué. 

lunes, 14 de febrero de 2011

Eco egípcio: TIC, prensa y política

Querer hacer hoy con las herramientas TIC lo mismo que se hacía en el siglo pasado es un error. Y eso ocurre en nuestro país, aunque no tenemos el monopolio de esta conducta. Eso se ha visto largamente con las noticias que han aparecido en los medios de prensa digitales hablando de la crisis de Egipto, o de su revolución política, para decirlo más correctamente. La mayoría de los medios han sido extremadamente lentos y así les va y así les irá. (Por no hablar de que aún muchos no han entendido que el latín de estas décadas del siglo XXI es el inglés). Aún no hay versión en inglés de los principales medios digitales informativos de España. Así les va y así les irá. Empiezan a ser un "don nadie". No han estado a la altura del caso de Egipto. Al revés de lo que ha ocurrido con empresas de información como la BBC o The Guardian que en minutos añadían nueva información sobre lo que se cocía en la olla de la plaza Tahrir
La prensa española no ha tenido reflejos. Quizás porque aún no ha entendido dónde está y en qué época. Señores, con toda mi estima, estamos en la segunda década del siglo XXI y en un mundo que se ha convertido en un pañuelo (que es la versión castellana de la repetida idea de Thomas Friedman). Y el ejemplo histórico de la quincena egípcia así lo ha demostrado. Muchas personas, desde distintas partes del globo, se han volcado para difundir, apoyar, denunciar lo que estaba ocurriendo en este territorio tan estimado y cercano culturalmente (¿hasta qué punto, en parte, nosotros no tenemos deuda con su antiguedad?). Y con las herramientas sociales, en especial Facebook y sobre todo Twitter, se han estado hermanando con aquellas personas que diariamente se enfrentaban a un poder corrupto y férreo. Se ha entrado de pleno en lo que se denomina activismo digital. Mientras tanto, las prensa española largaba su largo artículo cumpliendo su deber informativo, estilo siglo XX. 
Y sin embargo, como muestra más que evidente de esta parálisis reflexiva, resulta que esa crítica desaparece tan pronto nos enfrentamos al tema del deporte rey. Las principales contiendas futbolísticas sí que se transmiten en vivo (live), vía texto (y si no hubiera razones de taquilla, se haría por  streaming). 
Todo ello nos lleva a la tentación de que la crítica que deberían de recibir estos medios, aún con muletas mentales del siglo XX, tal vez habría de subir de tono. Esperemos, en todo caso, que hayan aprendido la lección de sus compañeros europeos y americanos (por no hablar de otros) que han sido mucho más ágiles y atrevidos digitalmente hablando y socialmente más competentes. 
En resumen, es muy probable que nuestra prensa, así como muchas otras instituciones de mando, no se han dado cuenta de que, con las nuevas tecnologías, el poder ha quedado más distribuido. Las jerarquías están ahora, para muestra el botón Mubarak, a la distancia de un clic. De un clic que no es más que una mirada terrible de miles de millones de personas que están acechando contra corruptos, inquisidores, vendedores de nubes y otras jaleas políticas que hasta ahora, teniendo los medios de prensa a su servicio, iban toreando con mucha facilidad la dispersa muchedumbre que no tenía otra determinación que el desconsuelo de su  supuesto aislamiento. 
Esto se ha terminado. Egipto es un ejemplo con muchos registros. Habrá que repensarlo a fondo y sacar experiencias para nuevas conductas y nuevos controles. Con las TIC, se acabó la jerarquía tranquila dominante. Éste es el eco egipcio al que se debería prestar atención.